La frase y su justificación, en relación al cuestionamiento del tribunal sobre la coherencia metodológica del proceso de diseño y su articulación con la investigación, se orientaron a argumentar que el proyecto de grado, como vía de titulación profesional, no exigía a estudiantes y docentes la formalidad de una tesis de investigación.
Que lo importante era la resolución de un “ejercicio práctico” de la vida profesional. Desde un falso empirismo del diseño, se sostenía en resumen la idea de que la arquitectura no obedecía a la lógica de la investigación, que no era una ciencia.
Aunque en el discurso ninguna institución de educación superior contemporánea, privada o pública, omita el componente de la investigación como pilar constitutivo y de praxis ligada a la formación (la extensión y la interacción social), la realidad concreta dista mucho del desear ser.
Esta concepción acientífica de la arquitectura, afincada en el proyecto de grado como forma dominante y unívoca de síntesis de la profesión, expresa la actual valoración de la investigación dentro de la formación en el pregrado y la vinculación profesional con el desarrollo nacional.
Dos estadísticas exponen la desvalorización de la investigación a nivel de la formación y la producción de conocimiento científico en el posgrado.
Primero, en el informe del Ministerio de Educación denominado “Potencial científico y tecnológico” (2009 y 2011), se indica que en América Latina y El Caribe existen 3,5 investigadores por cada mil personas de la población económicamente activa (PEA), siendo el caso para Bolivia de 0,4 por mil.
Segundo, de acuerdo al registro del posgrado de la Facultad de Arquitectura y Ciencias del Hábitat (FACH) de la UMSS: cada año se defienden tres tesis de maestría en promedio; esto es que, entre 1998 y 2012 de los 305 cursantes de programas de maestría sólo 45 personas presentaron su tesis. Sin contar con los investigadores formados fuera del departamento y del país, esto representaría 0,06 arquitectos investigadores por cada mil personas de la PEA en Cochabamba.
A partir de esta problemática de articulación entre la arquitectura y la investigación ¿Qué esperar de los arquitectos en el futuro?
Dar continuidad al proceso de desvalorización de la investigación en el pregrado y el posgrado tiene una directa correlación con la desvalorización del papel de la profesión en la producción del hábitat y el desarrollo social. Seguir por el mismo rumbo sería el suicidio de la profesión y contribuiría a la reproducción de la creciente insustentabilidad ambiental y social del dominante enfoque urbano de hábitat.
La circunstancia central por reflexionar es que sin formación investigativa en el pregrado y el posgrado no habrá conocimiento nuevo, reflexivo y crítico que posicione a la disciplina en el ámbito de las transformaciones sociales, políticas, económicas, culturales e ideológicas, ambientales, tecnológicas, entre otras, de nuestra nación y el mundo. Sin esta formación no existirán arquitectos investigadores ni intelectuales del hábitat. Situación que seguirá materializando la gran ruptura entre la universidad y la sociedad, que en lo inmediato contribuye aceleradamente a la implosión de la academia –y particularmente de la profesión- en la esfera nacional e internacional.
Esperemos que no sea tarde, cuando otro docente, en el pregrado o en el posgrado, exclame con vehemencia consciente: “¡Arquitectos, la arquitectura si había sido cuestión de investigación!”.
Fuente: http://www.lostiempos.com/actualidad/opinion/20161123/columna/arquitectura-cuestion-investigacion
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