26/10/2013
El otro día después de una prolongada sesión de evaluación de proyectos de grado, para finalizar uno de los tutores tomó la última palabra y dijo: "Arquitecto, no es investigación" -con cierto énfasis pero no para "¡!" dirigido a mi persona-. El sujeto en cuestión justificaba así la liviandad con que el proyecto arquitectónico, como vía de titulación profesional, eximía a estudiantes, y por tanto profesores, de la tarea investigativa. De la producción de arquitectura como ciencia.
Acabo de conocer un dato terrible del posgrado en San Simón en lo que compete a arquitectura y ciencias del hábitat: cada año se defienden 3 tesis (¡!). Esto corrobora la experiencia propia, de 17 personas que realizaron la maestría en educación superior aplicada a la arquitectura en 2003, apenas defendieron 4 personas en 10 años. Habiendo al menos otros 3 programas de maestría, a priori se podría plantear que la investigación científica está venida en menos al haber sido relegada de las aulas de pregrado por un falso "empirismo".
El discurso académico actual manifiesta una nueva faceta de la contradicción entre educación y ciencia.
Por un lado se aboga por el discurso de acreditación y el papel clave de la producción científica de docentes y estudiantes, es decir la producción de conocimiento nuevo y constante desde el proceso formativo y sobre la realidad concreta.
Y por el otro se profundiza la falacia de que la práctica en las aulas es lo mismo que la práctica profesional, es decir, en la lógica del proyecto se produce una ruptura entre la fundamentación analítica y la propuesta síntesis de modelos arquitectónicos, dicho de otra manera, la ruptura del proceso de diseño, de la metodología en la que el producto se corresponde con cierta necesidad concreta emergente de la sociedad.
Lo apuntado sobre el posgrado evidencia esta contradicción, las maestrías ofertas en la universidad pública tienen un carácter científico, por tanto otorgan grados en ciencias. Esto es formación de un primer nivel de investigadores. A ello le seguiría el grado de doctor, un investigador profesional.
A partir de estas notas, es comprensible la no superación de la escolaridad en el posgrado, todo empieza en el pregrado.
Lo más preocupante es que sin formación investigativa en pregrado y posgrado no habrá conocimiento nuevo, reflexivo y crítico que posicione a la disciplina en el ámbito de las transformaciones sociales, políticas, económicas, culturales e ideológicas, por último académicas que se desarrollan actualmente en el país.
De manera complementaria, si no hay investigación, no hay posgrado, y no habrán investigadores.
Gran ruptura entre la universidad y la sociedad, que en lo inmediato contribuye aceleradamente a la implosiva legitimidad de la academia en la esfera nacional e internacional.
Esperemos que no sea tarde, nuevamente, cuando otro docente exclame "¡Arquitectos, si, es cuestión de investigación!" -ahora si con la vehemencia necesaria-.
La rápida reflexión en estas líneas se viene a colación de la nota de La Razón que me pasaron:
http://www.la-razon.com/sociedad/investigadores-Bolivia-cifra-insuficiente_0_1929407063.html
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