viernes, 26 de abril de 2013

Cambiar el patrón de consumo


Foto: dbking / www.everystockphoto.com

El 99% de las conferencias internacionales adormecen el cerebro. Acabo de regresar de ese 1% que despierta y motiva. La conferencia de seguimiento a Rio+20 y la futura agenda de desarrollo post 2015 evitó lo “diplomáticamente correcto” en la ciudad de Bogotá –y planteó que el problema central de América Latina y el Caribe no son los indicadores, ni el fin de los ODMs, ni siquiera el bajón de la Asistencia Oficial para el Desarrollo, sino el patrón de consumo y producción, insostenibles para ésta y futuras generaciones.  El documento de discusión, producido por el sistema de Naciones Unidas, llama a un cambio estructural si la región quiere reducir pobreza, la desigualdad y vivir para contarla el año 2100.
Para una década en la que el vertiginoso aumento del consumo fue parte de la solución –67 millones de latinoamericanos salieron de la pobreza a partir de un alto ritmo de crecimiento liderado por precios de materias primas—la idea de que el consumo sea a la vez parte del problema es, por decirlo de alguna manera, “controversial”.  Y, sin embargo, tiene mucho de sentido común.
El planeta no da para tener tres refrigeradores por persona, ni gastar 1.200 litros de agua por un kilo de duraznos. El concepto de límites planetarios, acuñado por el Instituto de Resiliencia de Estocolmo, describe los límites biofísicos del planeta en términos que son útiles para la política pública e inteligibles para la opinión pública. Entre dióxido de carbono, acidificación de los océanos, uso de tierra y otras seis dimensiones se juega el límite de lo posible. Si todos los habitantes del mundo  tuvieran el patrón de consumo de EEUU, necesitaríamos 7 planetas. Si todos los europeos  se proclamaran vegetarianos, la contaminación de nitrógeno caería en un 70%.

Gráfico: Límites planetarios

Fuente: J. Lokrantz/Azote - Stockholm Resilience Center

La pregunta clave es cómo traducir esta preocupación global de largo plazo a un programa de desarrollo de carne y hueso. La agenda estratégica del cambio de patrón de consumo y producción emergió con fuerza en la Conferencia de Rio+20, pero corre el peligro de disiparse si no encuentra un ancla en la política pública y la opinión pública masiva. El elefante que se pasea por la tienda de cristalería es por supuesto el precio de las emisiones de carbono. No hablamos acá del mercado de bonos de carbono, ni los mecanismos de mercado para la reducción de la deforestación, sino del precio por tonelada, que es simplemente la métrica que hace posible valorizar la contaminación de los ríos y transformar el contenido energético del crecimiento económico.

Hoy por hoy, las emisiones de carbono no tienen un precio global. Una manera de fijarla es aplicar un impuesto al carbono. De hecho, muchos países ya la aplican. En nuestra región, Costa Rica aplica un impuesto al carbono equivalente al 3.5% que financia en parte el mantenimiento de sus parques naturales.  Un estudio del Banco Mundial calcula que un impuesto al carbono de 22 centavos que estabilice el precio del carbono en 25 dólares por tonelada de emisiones, recaudaría 1 trillón de dólares en los EEUU.

Pongamos esto en contexto. El mundo en desarrollo hoy asigna 523 billones de dólares en subvencionar el consumo de hidrocarburos. Aparte del efecto desigualador –ya que el efecto neto es regresivo— los subsidios al consumo alientan una espiral de mayor dependencia sobre los hidrocarburos. Con precios altos de petróleo, no existen incentivos para generar tecnologías alternativas de energía. Para países productores, la clave está en traducir la bonanza actual en un proceso de diversificación económica gradual. No será sostenible continuar con los subsidios ni basar el desarrollo futuro en una base material tan endeble.

Solo con precios relativos distintos –donde se reducen las emisiones de carbono de manera absoluta—se podrá alinear el patrón de desarrollo con los límites planetarios biofísicos. Todo esto suena a ciencia ficción, pero llegará el día en que aspiremos a un menor ritmo de consumo –más parecido al de nuestros abuelos. Miraremos este periodo como un punto de inflexión para la humanidad.

Una participante de la conferencia de Bogotá mencionaba que la transformación del consumismo latinoamericano no es una quimera –la herencia de los pueblos puede ser aún la base para un nuevo patrón mas equilibrado de vida. La clave está en analizar lo que ganamos y perdemos con transparencia. Es poco probable que podamos “tenerlo todo”.  El cambio estructural proclamado en el documento de Bogotá, propone, hoy por hoy, un giro verde para el patrón de consumo y producción latinoamericano. Bienvenido.

Fuente: http://www.revistahumanum.org/blog/cambiar-el-patron-de-consumo/

martes, 16 de abril de 2013

La reinvención del capitalismo

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Investigadora de la Fundación SOL. www.fundacionsol.cl / @lafundacionsol
 
En tiempos de crisis, es cada vez más frecuente ver que se levante la bandera de “reinventar el capitalismo”. A modo de ejemplo, en Chile hace algunos meses, El Mercurio publicaba una nota titulada “Reinventando el Capitalismo” en tributo a la obra de Michael Porter y Mark Kramer “Creando valor compartido. Cómo reinventar el capitalismo y liberar una oleada de innovación y crecimiento”. Esa nota advertía: “El capitalismo está siendo severamente atacado. Hay una menor confianza en los negocios. El propósito de la empresa debe ser redefinido. Es preciso reinventar el capitalismo para que la innovación y el crecimiento se liberen”.

En una línea afín, en la reunión Enade del 2011 se creó la mesa “El capitalismo cuestionado ¿Qué no estamos viendo?” para tratar asuntos similares y el 2012 se volvió a abordar cuestiones como esas, reivindicando la necesidad de crear “empresas ciudadanas”.

Y hace un tiempo, en el encuentro Common Pitch chileno, Al Gore difundió su apuesta por el capitalismo sostenible, donde predicó que la democracia y el capitalismo son las dos grandes herramientas que la sociedad tiene para generar cambios en la dirección “correcta”, pero debiendo superar el cortoplacismo. Esta lucha por la reinvención ha sido especialmente adoptada por empresarios como Richard Branson, cuarto hombre más rico del Reino Unido y dueño del grupo Virgin que ahora está en Chile, quien sostiene:

“Tenemos que ‘reinventar’ el capitalismo, al que sigo considerando como el mejor de los sistemas. Creo realmente que el capitalismo ha ayudado a mucha gente a mejorar sus vidas, lo que ocurre es que en los últimos tiempos ha perdido el camino (….) Hay que ‘humanizar’ el capitalismo y acabar con la idea de que una cosa es hacer el bien y otra muy distinta es hacer negocios”.
Él plantea dejar aflorar el “espíritu emprendedor” bajo nuevas fórmulas, para evitar que el sistema se venga abajo. Y puntualiza: “Yo nunca busco el dinero directamente. Soy de la teoría de que contribuyendo a la sociedad, el dinero viene después por sí solo”.

Pues bien, contrariamente a estas declaraciones, en el capitalismo la acumulación de riqueza adicional es la finalidad directa y motivo determinante de la producción, no así el contribuir a la sociedad ni resolver necesidades humanas. Es un principio ciego, “se acumula capital a fin de acumular más capital. Los capitalistas son como ratones en una rueda, que corren cada vez más deprisa a fin de correr aún más deprisa”, plantea el sociólogo Inmanuel Wallerstein. La acumulación privada y egoísta es el fin endógeno al capitalismo sin el cual no es tal. Aun cuando el discurso reformador y autoflagelante de la nueva ola empresarial fuese sincero, las presiones competitivas empujan a las empresas a enriquecer a sus dueños antes de cualquier otra consideración.

Por otro lado, están los ortodoxos que sí reconocen el principio del lucro como fin último, pero a la vez legitiman su utilidad social, según el axioma de que la acumulación privada de capitales por parte de unos, coordina y resuelve de forma óptima las necesidades de todos.

Ese axioma ha organizado la valoración pública del sector privado hasta el día de hoy, pero no concuerda con la vida de la mayoría que trabaja para vivir.

Consideremos lo que ha sucedido en un ‘país modelo’ como Chile durante sus últimos 40 años de maduración del capitalismo, donde el edificio institucional de la dictadura, que continúa vigente hasta hoy, brindó una oportunidad inédita para la acumulación de capital.

Este edificio prometía ser un boleto de prosperidad, lo que en el período dorado de 1990-1997, se vio legitimado por efecto del aumento de los salarios (sueldo mínimo sube un 30 % entre 1990-1993), la disminución de la tasa de pobreza (entre 1990 y 1998, cae en un 44 %, la ampliación de la cobertura de la educación (prácticamente universal en básica, del 90 % en la enseñanza media y una tasa promedio anual de aumento de matrícula universitaria del 11 %) y la integración al consumo mediante la deuda (se integran los sectores populares al sistema de crédito, llegando a constituir el 66,2 % del total de deudores en 1995). Todo esto hizo soportable el saldo creciente de desigualdad.

Pero luego de la crisis asiática nada volvió a ser igual y se dejó ver la fractura detrás de la fachada: los resultados ‘inclusivos’ mostraron que no eran sustentables ni garantías de buena calidad de vida. El trabajo, la salud, la educación y la vivienda, estaban asentados en un débil equilibrio y pronto se vieron degradados, al tiempo que la desigualdad se hizo más intolerable. Entre 1990 y 2011, la brecha en ingresos autónomos entre el 5 % más rico y 5 % más pobre en Chile subió de 130 a 260 veces (Casen 1990-2011), revelando que, definitivamente, no todos crecen cuando Chile crece.

Hoy, aún volviendo a cifras de crecimiento pre-crisis asiática y habiendo aumentado los empleos durante los últimos dos años, el 50 % de los trabajadores gana menos de $ 251.000 (Casen, 2011). Y el problema no es que ‘falte productividad’ o ‘trabajar más duro’ como sostiene el capitalismo de cátedra (“los salarios aumentan en proporción a los aumentos en productividad”). La evolución de los últimos 20 años dice todo lo contrario: mientras la productividad del trabajo (PIB dividido por horas trabajadas) ha aumentado en un 90 %, los salarios reales crecieron sólo en un 20 % (en base a Banco Central e INE), es decir, hubo un 70 % de incremento en productividad que fue apropiado por los empresarios.

Se puede argumentar que Chile no es el mejor ejemplo, ya que por su radicalidad (neo) liberal es más destructivo socialmente, mientras existen administraciones más ‘inclusivas’ del capitalismo. El problema, bajo esta óptica, sería el modelo de administración del capitalismo y no el capitalismo en sí. No obstante, dentro de los muchos problemas estructurales que el capitalismo efectivamente enfrenta, hay uno que es especialmente grosero y del cual no están exentos ni siquiera los países ‘inclusivos’: unos pagan el costo del bienestar ajeno. En efecto, aún habiendo cierta igualdad en un país, los costos sociales se derivan a otras partes del mundo (considérese lo ocurrido con las colonias o con las empresas instaladas en el Tercer Mundo). La sola evidencia de las crisis financieras, cada vez más recurrentes y que el propio capitalismo crea, muestra que los países más desarrollados tampoco son inmunes a las grandes debacles sociales, en donde quienes pagan son los sectores populares y no los que las producen —los bancos y especuladores—.

La fórmula ganar-ganar detrás de las nuevas ideas de “reinvención del capitalismo”, en que las empresas aportan a la comunidad pero “sin perder beneficios económicos”, son una tergiversación de esa situación y en nada ayudan a cambiarla. Desde otra vereda, en cambio, distintas visiones igualitaristas y anticapitalistas, de “vida plena”, “buen vivir” o socialización de la riqueza desde abajo, están también empezando a causar eco e instan a que la producción se oriente a la resolución de las necesidades humanas y no bajo la ley del valor, hacia una libertad sustantiva y no hacia la libertad abstracta de los liberales (en la cual, en realidad, elige quien “puede” y no quien “quiere”).

Una cosa es clara: el hecho de que sean los propios capitalistas quienes se alarmen y congreguen para resolver los problemas sociales y ambientales del capitalismo ante el riesgo de su obsolescencia, indica que sus secuelas son reales y profundas y que sus dueños saben muy bien que este sistema es una construcción social y no un dato de la naturaleza como se pinta. En otras palabras, que está sujeto a la transitoriedad histórica.

 Fuente: http://www.elmostrador.cl/opinion/2013/04/16/la-reinvencion-del-capitalismo/

 

lunes, 15 de abril de 2013

Las Catedrales del Consumo

04/02/08 Por Javier Garcés Prieto

El desarrollo de las “ciudades del consumo” ha transformado la geografía urbana y los hábitos de consumo y de vida de los ciudadanos. Es la manifestación más evidente de la globalización comercial. Por ello se considera que son las “catedrales” de la nueva “religión del consumo” que se extiende por todo el planeta


El desarrollo de las “ciudades del consumo” ha transformado la geografía urbana y los hábitos de consumo y de vida de los ciudadanos. En cualquier lugar del planeta es posible encontrar, con la misma arquitectura y distribución de espacios, grandes superficies y macrocentros de comercio y ocio. Es la manifestación más evidente de la globalización comercial. Por ello se considera que son las “catedrales” de la nueva “religión del consumo” que se extiende por todo el planeta.
Algunas de las transformaciones de la sociedad de consumo les han podido pasar inadvertidas a las personas que las han vivido. Pero existe un fenómeno que, por su rápida y extensa implantación, nadie ha podido dejar de advertir: la progresiva desaparición de las tiendas tradicionales y el nacimiento de los nuevos centros comerciales. Si el autoservicio fue el primer paso en la evolución de los sistemas de distribución y venta, el desarrollo de las “ciudades de comercio y del ocio” es, junto con la generalización del comercio electrónico, el último paso de esta evolución. En España el primer hipermercado se puso en marcha en el año 1973 y en 1980 comenzó la implantación de los macrocentros que reúnen en un mismo espacio, con unidad de servicios (aparcamientos, vigilancia, zonas de paso, etc.), una amplia oferta que incluye grandes superficies, tiendas de todo tipo, cines, oficinas bancarias, restaurantes, etc. Desde entonces su expansión ha sido (y continúa siendo) espectacular, y se han extendido por todo el mundo transformando la geografía urbana y los hábitos de consumo y de vida de los ciudadanos. 

Una nueva filosofía de vida: “comprar por comprar”

El desarrollo de estos macrocentros comerciales es el producto de una profunda transformación del significado de la compra. Para los economistas clásicos las personas tendrían necesidades que cubrir (alimentación, vestido, salud, etc.) y recursos económicos escasos. Por ello deberían buscar las mejores decisiones de compra para obtener las cosas necesarias con los menores costes posibles.
Pero las estrategias comerciales y publicitarias han transformado la emocionalidad y los valores de los consumidores actuales, cuyos comportamientos resultan ya muy poco racionales. Pueden recorrer kilómetros para ir a un hipermercado y ahorrarse unos céntimos (sin tener en cuenta el tiempo y el dinero que gastan en su desplazamiento) y acabar con un carro lleno de cosas superfluas, compradas para aprovechar “magníficas oportunidades” de hacerse con productos que nunca habrían pensado comprar, ni necesitan.
Los comerciantes saben que, cada vez con más frecuencia, no son las necesidades las que impulsan a la compra, sino que la compra es un fin en sí mismo. El consumidor necesita comprar, aunque no necesite lo que compra. Si no fuera así, en las sociedades desarrolladas, en que las personas tienen cada vez mas cubiertas sus necesidades, llegaría un momento en que disminuiría sus compras. Pero la realidad es que cuando esto debiera suceder, el consumidor busca o asume continuamente las “nuevas necesidades” que la sociedad de consumo le ofrece, y sigue comprando, incluso más cada día. 

Estrategias comerciales de incitación al consumo

Para este nuevo consumidor no sirve el comercio tradicional, en el que se entra en la tienda sabiendo lo que se necesita y buscándolo. En los centros comerciales actuales el consumidor entra sin una idea clara de lo quiere comprar o incluso sin querer comprar nada. El deseo de comprar y la decisión de llevarlo a cabo va a surgir dentro del establecimiento.
Por ello el comercio no es ya un espacio cerrado en el que alguien pregunta, tras un mostrador “¿qué quiere Vd.?”. Esta pregunta retraería a los consumidores que entran buscando ver algún producto que les despierte el impulso de compra. Los comercios se han convertido en un lugar de estancia, de paseo, de distracción, que se juntan creando calles y galerías, artificiales pero acogedoras, en una especie de intermedio calle/tienda por la que pueda pasear entre bancos, plantas y árboles artificiales. En estas “calles” encontrará tiendas pequeñas, medianas, grandes almacenes e hipermercados y también cines, restaurantes y discotecas o lugares de ocio. La premisa es muy sencilla: cuanto más tiempo pase una persona en estos centros y más espacio de ellos recorra, más productos verá, más tentaciones recibirá y, por lo tanto, más comprará.
Hay que señalar que la sensación de comprar en libertad que ofrecen los actuales centros comerciales esconde unas posibilidades de manipular y dirigir la conducta de los consumidores en beneficio de los comerciantes como nunca antes había existido. Mediante la estudiada organización y distribución de sus espacios, elementos y productos, así como la preparación del entorno, se incita al consumidor a comprar y se trata además de que esta compra se dirija a determinados artículos. Son los “trucos de los comercios” de los que vamos a señalar algunos de los más frecuentes en las grandes superficies:
  • Los comerciantes cuidan hasta los más mínimos detalles de su establecimiento: los colores, la iluminación e incluso la música ambiental. Tratan así de atraer al consumidor y hacerle sentir en un ambiente agradable y apropiado para el consumo. También la ausencia de referencias exteriores de espacio y tiempo (no suele haber ni relojes visibles ni ventanas) contribuyen a este efecto. Por otro lado, el simple hecho de estar rodeado de personas que compran produce un intenso efecto de imitación y contagio colectivo en la mayoría de los consumidores.
  • Colocar los artículos de primera necesidad y de venta más frecuente (pan, leche, aceite, etc.) en lugares distantes entre sí, para que el consumidor recorra largos espacios en el establecimiento.
  • Dirigir el “flujo de la visita” del modo más amplio posible para que los consumidores pasen por un mayor número de secciones y tengan mayores tentaciones de compra. Para ello se colocan al fondo de los locales determinados “cebos” y artículos de más demanda o se sitúan las entradas y las salidas de los establecimientos distantes entre sí.
  • Los artículos que se desean vender se colocan en los estantes intermedios, a la altura de los ojos, para atraer la atención del consumidor. Los artículos colocados en los lugares altos y bajos de las estanterías difícilmente son vistos.
  • Se colocan los productos que se desea vender junto a otros más caros (para que parezcan baratos) o en una posición intermedia entre otros extremadamente caros o baratos.
  • Los establecimientos se distribuyen en pasillos largos, sin cortes y relativamente estrechos, en los que es difícil dar la vuelta con el carro, a menudo de grandes dimensiones, para estimular la compra. El consumidor, una vez que entra en un pasillo con su carro, está obligado a recorrerlo hasta el final, sin poder retroceder o desviarse.
  • Las “cabeceras” de los lineales son lugares muy preferentes ya que para dar la vuelta el consumidor debe disminuir la velocidad de su marcha y prestar atención a lo que le rodea. Por eso es allí donde se colocan la mayoría de las ofertas.
  • Colocar atractivos carteles o reclamos que hacen referencia al precio o las características del producto con grandes o llamativos caracteres. La simple visión de estos anuncios de “falsas ofertas” tienta a muchos consumidores, aunque desconozcan si se trata o no de una buena compra.
  • Al lado de las cajas de pago se colocan artículos de capricho, puesto que es fácil que al acabar todas las compras previstas, y mientras se está haciendo fila para pagar, el consumidor compre por “impulso” este tipo de productos.
La efectividad de todo este tipo de técnicas está ampliamente contrastada. Como prueba de su éxito se puede señalar que entre el 40 y el 70 por ciento de las decisiones de compra se toman dentro de los centros comerciales y muchas de ellas se refieren a productos que el consumidor no tenía previsto comprar cuando entró en el establecimiento. Además, el 95 por ciento de los consumidores que entran en una gran superficie sin una idea definida de lo que quieren comprar o simplemente “para mirar”, terminan realizando alguna compra. 

Efectos psicológicos y sociales de los nuevos establecimientos comerciales
 

Si antes los comercios se instalaban en las calles de la ciudad, ahora las tiendas han creado sus propias calles: las galerías se convierten en ciudades y construyen un nuevo mundo centrado en el consumo. Son falsas ciudades pero imitan a las reales: es fácil aparcar, se siente seguridad y todo está pensado para resultar acogedor y seductor para propiciar la compra. El peligro de dejarse arrastrar por esta seducción es evidente, sobre todo para los niños y jóvenes que los eligen como lugares donde pasar la mayoría de sus ratos de ocio. Sin pisar la calle, familias enteras pasan del aparcamiento de su casa al del centro comercial, y una vez allí pasean, miran escaparates, compran, van al cine o comen en un restaurante, y, así, sin salir de este espacio cerrado, pasan mañanas y tardes enteras. Parece que el ciudadano ha olvidado que han sido creados buscando en cada detalle sólo aquello que pueda hacerlos más atractivos y rentables desde el punto de vista comercial, es decir, más incitantes a la compra.
Ciertamente la gran atracción de estos macrocentros se explica, en gran parte, por los aspectos negativos de las grandes ciudades en las que a menudo lo único cercano y fácilmente accesible son esos grandes centros, abiertos muchas horas, a los que se puede ir sin avisar y en los que se aparca con facilidad. Las ciudades actuales son cada vez más inhumanas y menos propicias para el contacto con otras personas. Ver a amigos o familiares resulta en ellas mucho más difícil e incómodo que acudir al centro comercial más cercano.
Pero el consumidor no es consciente de los efectos que supone pasar una gran parte de su vida en esas “ciudades interiores” creadas por el comercio. Permanecer horas y horas rodeados de escaparates, tiendas y reclamos comerciales tiene una repercusión intensa sobre cualquier persona. Consciente o inconscientemente se acaba asumiendo una visión consumista de la vida, en la que la felicidad y el éxito social depende de lo que uno compre, y en el que no es posible divertirse sin gastar dinero.
La generalización del uso de estos macrocentros comerciales como lugares de ocio acaba cerrando el abanico de intereses no consumistas de las personas y de la sociedad. Muchos consumidores afirman que van a estos centros porque allí “hay de todo”. Obviamente no es verdad que “haya de todo”. Cada metro de estos lugares está pensado en función de su rentabilidad económica, y por lo tanto dejan fueran todo lo que no produce -directa o indirectamente- beneficio económico. Será difícil encontrar en ellos, por ejemplo, exposiciones de arte, bibliotecas, salas de conferencias o lugares de estancias o encuentro social en los que no sea preciso consumir.
Otra triste consecuencia de lo anterior es que las calles de las ciudades pierden su tradicional importancia como lugares de estancia y encuentro y los ciudadanos las usan sólo como lugares de paso (muchas veces en coche) entre las viviendas y los centros comerciales. Encerrados en estas artificiales “ciudades” del comercio, ignoran las ofertas de ocio y cultura no consumista que les pueda ofrecer su ciudad y alejan las posibilidades de desarrollo urbano más humano, en el que la vida y el contacto con otras personas suceda en espacios abiertos y públicos.
No se ha reflexionado suficientemente sobre lo que supone el triunfo de esas “ciudades interiores” creadas por el comercio. Aunque la sensación de soledad, inseguridad y falta de alicientes que siente el moderno “urbanita” encuentre alivio en ellos, le arrastra a un estilo de vida materialista e insatisfactorio. El auténtico progreso debería conducir a un desarrollo humano menos superficial, más pleno y más sostenible.
 
* Javier Garcés Prietoes psicólogo, profesor de Psicología del Consumidor y presidente de la Asociación de Estudios Psicológicos y Sociales. Este artículo ha sido publicado en el nº 29 de la revista Pueblos, diciembre de 2007. - http://www.revistapueblos.org
 
Fuente: 
http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Desarrollo_Sustentable/Las_Catedrales_del_Consumo

Quieren ampliar mancha urbana y estudio dice que no es necesario

Por Gisela Alcócer Caero - Los Tiempos - 14/04/2013

Ed. Impresa CRECIMIENTO | La Ley de Regularización del Derecho Propietario Urbano alentó la especulación sobre la tierra. Pues, el paso de tierra agrícola a urbana representa un incremento de más del 100 por ciento de los terrenos

Quieren ampliar mancha urbana y estudio dice que no es necesario - Los Tiempos | Usuario
“Nunca volveremos a ser el granero de Bolivia con esta acelerada urbanización”, dijo la investigadora del Centro de Documentación e Información Bolivia (Cedib), Scarlet Torrico, luego de conocer que en el municipio de Cercado aprobó la ampliación de la mancha urbana sobre 14.000 hectáreas y que Sacaba pretende hacer lo mismo sobre otras 9.810 hectáreas.
La decisión de convertir en zonas urbanas, las regiones que tradicionalmente sirvieron para el cultivo es una tendencia que se está generando en varios municipios de la región metropolitana, como consecuencia de la promulgación de la Ley 247 de Regularización del Derecho Propietario Urbano.
La norma, promulgada el 5 de junio del 2012, aceleró los procesos de ampliación de la mancha urbana porque simplifica los trámites establecidos para la ampliación de las ciudades, debido a que ya no contempla la obligación de elaborar un Plan Municipal de Ordenamiento Territorial (PMOT).
Sin embargo, un estudio realizado por el Centro de Planificación y Gestión (Ceplag), para el Plan Metropolitano de Agua Potable y Alcantarillado, establece que la metrópoli no necesita crecer por el momento.
La directora del Ceplag, Carmen Ledo, dijo: “Nosotros proponemos que no debería crecer ni una hectárea más, ni una. Eso es lo ideal, porque se trata de un valle semidesértico en el que llueve sólo 70 días al año”, dijo la investigadora.
El estudio hace un análisis de la densidad demográfica de los siete municipios que forman el eje metropolitano del departamento, con los datos extraídos del último censo realizado en el país y establece que la densidad demográfica en el municipio del Cercado es de 87 habitantes por cada 10.000 metros cuadrados. En Sacaba la densidad es de  75 habitantes en la misma cantidad de metros cuadrados; en Quillacollo es de 76; en Tiquipaya es de 96; en  Colcapirhua 87; en Vinto 37; y en Sipe Sipe de 40.
Esto significa que en 2012, en los siete municipios del área metropolitana de Cochabamba, vivían 1.536.145 personas, sobre un territorio de 18.919 hectáreas, con una densidad promedio de 81 habitantes por cada 10.000 metros cuadrados.
Estas cifras demuestran que no se necesita ampliar en ninguna de estas poblaciones, pues en las actuales manchas urbanas hay suficiente espacio para construir nuevas viviendas, explicó Ledo. Aseguró que lo que se necesita ahora es planificar un crecimiento inteligente, en el que se priorice la densificación de los territorios que ya están poblados.
A pesar de ello, en el Cercado este proceso de ampliación se inició el 26 de febrero de este año con la promulgación de una ordenanza elaborada bajo presión de las personas asentadas en el Distrito 9, que determinó que se podrán urbanizar 12.151 hectáreas de las 13.944 que se incluyeron dentro de la mancha urbana.
“El Distrito 9 comprende casi el 50 por ciento del territorio del municipio de Cercado y es así de grande precisamente, porque era el área agrícola de Cochabamba destinada a la producción de alimentos”, dijo la representante del Cedib, quien además recordó que precisamente por las enormes dimensiones territoriales con las que cuenta, en el pasado, se pretendía convertir en un nuevo municipio.
Una situación similar se vive en el municipio de Sacaba, donde según informó la asesora jurídica de la Alcaldía, Patricia Sánchez, el Concejo Municipal ya aprobó la ampliación de la mancha urbana en los distritos 3 y 5, que abarcan la zona de El Abra.
Los concejos municipales de Vinto y Tiquipaya también evalúan la ampliación de su área urbana y las propuestas que se están debatiendo giran en torno a la posibilidad de urbanizar absolutamente todo su territorio. “Esta situación nos preocupa, porque los terrenos de ambos municipios son de alta calidad agrícola y si los urbanizan, entonces vamos a poner en riesgo nuestra seguridad alimentaria”, dijo el técnico del Cedib, Miguel Miranda.
Los investigadores del Cedib coincidieron en señalar que la nueva Ley de Regularización del Derecho Propietario provocó una aceleración en los procesos de especulación de la tierra. Pues, el paso de tierra agrícola a zona urbana representa un incremento de más del 100 por ciento en el valor de los terrenos.
“La mayoría de los campesinos piensan que ésta es su oportunidad para salir de la pobreza, vender las hectáreas que el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) saneó, hacer un capital y dedicarse a una nueva actividad”, dijo Torrico. Recordó que “los terrenos saneados por el INRA, que quieren comercializarse fueron entregados de forma gratuita”.

Mancha urbana debería crecer dentro de 23 años

La investigación elaborada por el Ceplag establece, con cifras sobre la previsión del crecimiento poblacional, que el área metropolitana de Cochabamba podría ampliarse en 4.743 hectáreas pero hasta el 2036, es decir, dentro de 23 años. Se estima que entonces vivirán en los siete municipios de la conurbación 2.796.268 habitantes, en un territorio de 23.662 hectáreas, con una densidad promedio de 118 habitantes por cada 10.000 metros cuadrados.
Este estudio revela que sin la ampliación de la mancha urbana, la superficie total para el uso agrícola es de unas 6.105 hectáreas, que esperan la conclusión de Misicuni para contar con agua.
El miembro del Comité de Defensa del Medio Ambiente Cochabamba (Codac), Jaime Ponce, explicó que las ampliaciones que se quieren hacer en todos estos municipios, bajo el amparo de la nueva Ley de Regularización del Derecho Propietario, además de disminuir las zonas de producción agrícola, también provocarán un incremento en los costos de dotación de los servicios básicos, que deberán ser asumidos por las alcaldías.
 
LA LEY 247

El artículo 6 de la Ley 247 dice:
a.  Los Gobiernos Autónomos Municipales a efectos de la regularización del derecho propietario, que apliquen la presente Ley, deberán delimitar sus radio de áreas urbanas en un plazo no mayor a un año a partir de su publicación.
b.  Remitir al Ministerio de Planificación del Desarrollo, los documentos para la correspondiente tramitación de la homologación de los radios urbanos o áreas urbanas, cuya sustanciación tendrá un plazo no mayor a tres meses siempre y cuando se cumplan con todos los requisitos.
c. Hacer públicos los resultados de la regularización del derecho de propiedad sobre bienes inmuebles urbanos.
d. Mantener y actualizar en forma permanente y obligatoria la información catastral, respecto a la regularización del derecho propietario sobre bienes urbanos.
e. Aprobar planimetrías producto de los procesos de regularización, reconociendo áreas públicas resultantes de la consolidación física del asentamiento, exceptuando las áreas sujetas a revisión.
f. Registrar en las oficinas de Derechos Reales las áreas de cesión en el porcentaje existente físicamente en el sector, hasta obtener la matriculación del inmueble y Folio Real que corresponda una vez aprobadas las planimetrías en la regularización.
g. Verificar las características y contenidos de los títulos de propiedad, planos, certificados.

Fuente: http://www.lostiempos.com/diario/actualidad/local/20130414/quieren-ampliar-mancha-urbana-y-estudio-dice-que-no-es_209240_448799.html